Mi paso por El Altillo empezó en primero de primaria y terminó cuando me gradué en 2013 tras cursar el Bachillerato de ciencias tecnológicas, que elegí con vistas a estudiar alguna ingeniería, aunque me costó muchos quebraderos de cabeza antes de dar con lo mío.
Ahora curso el quinto y último año del Doble Grado en Ingeniería Mecánica e Ingeniería de Diseño Industrial y Desarrollo de Productos en la Universidad de Sevilla. Por fin estoy empezando a ver los frutos de estos años de sacrificio gracias a un equipo del que formo parte desde mayo: ARUS Andalucía Racing. ARUS es el primer equipo andaluz en competir en Formula Student, la competición automovilística internacional y universitaria más reconocida a nivel mundial, dirigida por Institution of Mechanicals Engineers (IMechE). Allí competimos con universidades de todo el mundo con un monoplaza de competición que diseñamos, fabricamos y ensamblamos durante el curso académico. El verano pasado competimos en el circuito de Hockenheim (Alemania) y en Red Bull Ring Spielberg (Austria), y ahora mismo estamos en pleno diseño del primer coche eléctrico del equipo, con el fin de poder competir en ambas modalidades (combustión y eléctrico) este año.
Esta ha sido mi primera oportunidad para poner a prueba todo lo aprendido y, ahora más que nunca, me doy cuenta de todo lo que me aportaron esos largos años en el colegio. Puedo decir que supe exprimir bien todo lo que me enseñaron con tanta dedicación los profesores del centro y todas las posibilidades que me brindó el colegio. Recuerdo muchísimas lecciones, que aprendidas durante mis años en el Altillo, ahora pongo en práctica en mi día a día. Idiomas, habilidades comunicativas, programas informáticos,… Y no sólo lo que aprendí dentro de las aulas, sino todo de lo que me empapé preparando las tómbolas de Navidad, en los concursos literarios, en la escuela de música, semanas culturales, voluntariado, y mil actividades que me ayudaron a coger carrerilla y a salir con ventaja a la carrera y al mundo.
Guardo muchísimos recuerdos del colegio que traspasan lo meramente académico para adentrarse en lo más personal. En mis doce años en El Altillo pude crecer mucho más que centímetros. Lo compruebo y lo agradezco todos los días. Aunque el colegio parezca algo pasado, sigue y seguirá presente en todo lo que depositó en mí desde la primaria hasta el bachillerato, abriéndome puertas e impulsándome a seguir avanzando hacia nuevas metas.